Para mis compañeros agrónomos y para mí, no hace mucho, una visita de campo lo era todo: el principio, el medio y el final de cada recomendación que se le entregaba al agricultor. Si quería dar algún consejo, se subía al automóvil, el tren o el avión y llegaba a la finca, miraba el cultivo, palpaba el suelo, hacía preguntas, miraba los resultados del controlador de riego, tomaba muestras y escribía recomendaciones.